Una serie generacional

Sin duda se trata de uno de los mayores retos de mi carrera. Una narración que arranca a mediados de los ochenta y llega hasta casi nuestros días. Una ambiciosa serie que cuenta la vida de tres chicos de barrio que con 18 y 20 años, llenos de ilusión y ambición, pelean por encontrar su lugar en el mundo.

En ese proceso de maduración se desarrolla un cuarto personaje con igual protagonismo: la crónica de nuestro país. A través de los personajes y elementos cercanos iremos viendo la transformación sociopolítica de España.

La idea surge de Pepa Sánchez-Biezma y su equipo de miniseries. Buscaban una serie generacional. Para ello juntaron a un equipo con el que ya habían colaboradora en más ocasiones de manera satisfactoria. En la producción de nuevo Tedy Villalba y en la escritura Carmen Pombero y Antonio Hernández, a la que se sumó Adela Gutiérrez. Al ser un proyecto de gran envergadura he contado con la colaboración y ayuda de uno de los mejores directores de televisión: Joaquín Llamas.

De siempre me han atraido las historias que narran la vida de los personajes a través de la historia de un pais. Películas como “Novecento” de Bertolucci, o “Erase una vez en America” de Sergio Leone, o incluso la serie italiana “La mejor juventud” me sirvieron de clara referencia. En ellas se ve el proceso de creación de una nación como es Italia a principios del siglo XX o de EEUU en el segundo caso.

Este proyecto además tiene algo muy especial para mi pués los personajes tienen la edad que yo tenía en cada una de las épocas por las que pasan. Yo tenía 17 años cuando ellos arrancan el primer capítulo, un año menos que nuestros Juan, Virginia y Alberto. Eso facilitó a nivel documental (yo recordaba que se vestía, lo que se veía en la tele, la música que se escuchaba). También fue de gran ayud a la hora de explicar situaciones a los actores, mucho más jovenes, que era lo que nos preocupaba en aquellos años. De hecho, era casi como contar un poco tu vida.

Una estructura innovadora

A nivel formal era un reto enfrentarse con cada capítulo, pués cada uno correspondía a una época diferente: el Primer capítulo cuenta el final de los 80’s, el Segundo capítulo el inicio de los 90’s, etc… Esto hacía que la estructura fuera muy innovadora, pués entre uno y otro capítulo decidimos que existiera siempre una elipsis (que podría ser de uno, dos o incluso cinco años). Escogimos así los 6 momentos más importantes en la vida de nuestros personajes, aquello que les hizo madurar y crecer. Lo que les marcó, y les hizo cambiar. De modo que cada capítulo arranca la narración de nuevo y vas descubriendo en que estado se encuentran los personajes ahora. Una narración arriesgada para una serie arriesgada. Aquí contamos con el apoyo y la colaboración en todo momento del equipo de Pepa Sánchez-Biezma que apostó desde el principio por hacer algo nuevo e innovador.

A nivel estilístico que decidi dotar cada capítulo de un universo diferente. Un look, una imagen, un estilo distinto, además de un vestuario, maquillaje, peluquería y ambientación que evoluciona con la época.

Un mismo actor

Cuando uno se enfrenta al reto de contar una historia que abarca casi veinte años, siempre se plantea si debe contar con uno o varios actores para desempeñar un mismo papel. Yo siempre he pensado que el cambio de actor produce un cierto desapego del espectador con la historia. Esta siempre se resiente. Por ello intenté por todos los medios no cambiar de actores sin por ello perder la crediblidad. Una tarea nada fácil. Los actores tenían que arrancar pareciendo que tienen 18 años y terminar con 36. Un arco de personajes así es una golosina para cualquiera, pero al alcance de muy pocos talentos. Lo primero que me plantee es que tenía que encontrar a los mejores de esa nueva generación de buenos actores de veintitantos. Así fue que con Carmen Utrilla y Marga Rodríguez de casting se inició un largo y exaustivo proceso de pruebas y castings.

Alvaro Cervantes aparecio de los primeros. Nos sorprendió a todos, pese a su juventud es tan maduro, tan trabajador, tan responsable que fue capaz de meterse en la piel de uno de los personajes más complejos de la miniserie, Alberto.

Lo de María Valverde fue mucho más complicado. No exagero al decir que vimos a la gran mayoria de las actrices entre veinte y cuarenta. María no estaba en aquel entonces en Madrid y tuvimos que esperar para conocerla. Con su aspecto dulce y angelical no encajaba a priori en el personaje, pero nos demostró a todos en la prueba que es una grandísima actriz con una arrolladora personalidad, con un carácter increible, que se crece ante la cámara, una mujer de bandera capaz de pelear de tú a tú en un mundo de hombres. Sin duda Virginia era ella.

Con Antonio Velázquez ya había trabajado en dos ocasiones anteriores. La elección fue más fácil. Tiene la nobleza que requería el personaje, la bondad, un corazón enorme y una increible sonrisa que por timidez esconde, aún siendo uno de sus mayores encantos. Junto a eso, un físico brutal, que le permite transformarse en tiempo record en torero, boxeador o soldado. Tengo que destacar que en menos de un mes consiguió aprender a boxear casi a nivel profesional. Con él teníamos a Juan.

El casting no termina ahí, ni mucho menos. Alrededor de ellos hay un elenco de actores que completan uno de los mejores repartos que yo haya tenido y que se haya dado en una serie de televisión. No exagero: Carlos Hipólito, Elvira Minguez, Sonia Almarcha, Fernando Cayo, Daniel Grao, Roberto Álamo, Irene Montalá, Aura Garrido, Victor Clavijo, Juan Carlos Bellido, Luis Callejo, Mikel Fernández, Carlos Santos, Jose Luis Torrijo, Javier Godino… Un auténtico lujazo.

El proyecto, a nivel de dirección y de interpretación ha sido todo un reto. Para los actores protagonistas, en dos meses tenían que pasar de tener 20 años, a casi 40. ¿Cómo hacerlo? Trabajamos todos los detalles exaustivamente: la voz, la gestualidad, la energía, el peso, así como aspectos físicos como los peinados, el maquillaje, y el vestuario. Para ello conté con mis habituales colaboradoras en maquillaje y peluquería: Elena Cuevas y Ana María Honrubia, las mejores, que ya me ayudaron en los procesos de envejecimiento de series como “Niños Robados”. No solo tenían que envejecer a los tres protagonistas, sino a todo su entorno. Hicieron verdaderas maravillas con Elvira Mínguez, Fernando Cayo y Sonia Almarcha.

A nivel de vestuario y ambientación, fui muy insistente en mis eternas lecturas técnicas de guión con el hecho de que no quería copiar tal cual la época. Creo que cuando uno hace esto puede caer facilmente en la parodia, distanciar al espectador, que empezaría a mirar la ropa, el mobiliario, olvidándose de lo esencial que es la historia. Por ello cogimos la esencia de aquellos años y la adaptamos a algo actual, huyendo de lo que fuera excesivamente marcado y peculiar. Mi referencia era “Zodiac”, película de David Fincher ambientada en los setenta, en la que los personajes no van con pantalones de campanas inmensos ni camisas de grandes cuellos. Los personajes hubieran parecido ridículos, sacados de un sketch, algo terrible en una película tipo thriller.

Un tono vitalista

Es una historia de personajes unidos por vínculos familiares. Dos de ellos son hermanos, y ella, la vecina, es tan cercana que podía ser una más. De ahí el título: “Hermanos”. La familia aparece así como un elemento fundamental: la admiración hacia un padre, el amor incodicional de una madre, la repetición de roles al crecer… Con los guionistas Antonio, Carmen y Adela, buscamos una historia familiar que tuviera ese tono vital que suele haber en las películas italianas o argentinas. Para mi son los que mejor retratan a las familias, a todo tipo de familias. Soy un gran admirador de directores como Campanella que consigue mezclar momentos en los que yo como espectador estoy sonriendo al tiempo que me cae una lagrima. Eso hemos tratado de que sea el alma de esta serie. En ella hay drama, pero tambien comedia, como la vida misma.

Una historia de alcance universal, que conecta con todos, pués la materia que la sustenta son los sentimientos, los sueños que todos tenemos, la ambición que nos hace movernos, los errores que nos hacen tropezar y la humanidad con la que los demás nos perdonan. Es una historia sin héroes ni villanos, sin buenos ni malos. Una historia simplemente de PERSONAS.